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La huida




Llega la nueva novela de suspense romántico de la maestra del género.

No se puede huir eternamente...


Caitlyn Sullivan, hija de la realeza de Hollywood, ya era toda una estrella con solo diez años, aunque todavía disfrutaba jugando al escondite con sus primos en la casa familiar de Big Sur. Y fue durante uno de esos juegos cuando la secuestraron.

Sin embargo, Cate logró escapar y buscó refugio en un rancho cercano. Allí la encontró Dillon Cooper, apenas un adolescente, y, tras oír su historia, la ayudó a reunirse con su familia.

Con su milagroso regreso, la traición quedó al descubierto. Alguien en quien Cate confiaba se reveló como el culpable del crimen y, para protegerla, su familia la envió a Irlanda.

Años más tarde, Cate regresa al fin a Los Ángeles para descubrir que en la noche de su secuestro plantó dos semillas: la de un amor increíble y la de una venganza terrible.



Frida Kahlo La belleza terrible





Como bien dice Gérard de Cortanze en la introducción del libro: «En realidad, Frida Kahlo es una de las artistas más enigmáticas que existen, una de las más íntimas, como abrasada por sus opciones políticas, su dolor físico, su amor por Diego. Esto es lo que interesa de su pintura. Pero más allá de lo que Carlos Fuentes llama sus «treinta y nueve años de sufrimiento», tenemos a una mujer que crea un universo pictórico vigoroso y colorido, cuyo grito adopta una forma emocional y visible. Es ese viaje hacia un mundo impresionante, muy particular, muy vivo, único en la historia de la pintura, lo que he tratado de describir en este libro, que no es ni un ensayo ni una biografía en el sentido clásico de la palabra, sino más bien un recorrido por los meandros de una obra y una vida, que descubrimos detrás de una falsificación en la que el creador siempre nos abre su diario auténtico. En algunos bocetos y en algunas pinturas de Frida Kahlo aparece un verde a veces profundo, un amarillo...


Claraboya




Amanece en Lisboa. En una mañana de mediados del siglo XX, la mirada del novelista se asoma a la ventana de un vecindario. Se anuncia un día no muy diferente de los demás: el zapatero Silvestre, que abre su taller; Adriana, que parte hacia el trabajo mientras en su casa tres mujeres inician otra jornada de costura; Justina, que tiene ante sí un largo día jalonado por las disputas con su brutal marido; la mantenida Lidia; y la española Carmen, sumida en nostalgias... Discretamente, la mirada del novelista va descendiendo y, de repente, deja de ser simple testigo para ver con los ojos de cada uno de los personajes. Capítulo a capítulo, salta de casa en casa, de personaje en personaje, abriéndonos un mundo gobernado por la necesidad, las grandes frustraciones, las pequeñas ilusiones, la nostalgia de tiempos que ni siquiera fueron mejores. Todo cubierto por el silencio tedioso de la dictadura, la música de Beethoven y una pregunta de Pessoa: «¿Deberemos ser todos casados, fútiles, tributables?». Saramago terminó de escribir Claraboya a los treinta y un años y entregó el manuscrito a una editorial de la que solo obtuvo respuesta cuarenta años más tarde, cuando era un escritor consagrado. La escritura minuciosa y paciente retrata con maestría una época marcada por la desesperanza. Claraboya anticipa de un modo deslumbrante los elementos del universo Saramago, así́ como las virtudes que serán el germen de tantas obras maestras. En el texto se oye la voz de José Saramago, se reconocen sus personajes, se identifican la lucidez y la compasión que según la Academia Sueca distinguen su obra.


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