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Memoria del alma... visión oblicua

Actualizado: 22 ago 2021


O Sole mío!... "Como son largas las semanas cuando no estás cerca de mi..."


Por las tardes cuando te llamo y no te encuentro, los tangos de Battistella y Tudino me apuntalan el abismo de tu ausencia, mientras en el teclado de la computadora como sobre un piano de letras -al pensarte- voy solfeando sobre sus teclas mis sentires y lamentos.


Por las noches cuando te llamo y no te encuentro, al acostarme, en las sombras de mi pieza atravesando el silencio que habita en un viejo y descascarado espejo, siento tus pasos en sepia que regresan.


Es medianoche en América y vuelve desde un sueño lejano su cálida mano buscando la mía para cruzar la distancia y el tiempo a través del cristal del viejo espejo..., y con ella el encanto del Tirreno en sus pupilas de mar que todo iluminan y donde me amparo. Vuelve con el dulce eco de su voz napolitana que me nombra, cubriendo de amor y poesía mis sombras, regresa su boca oferente y madura..., pasión y ternura de besos perdidos en otro azar... Regresa aquella napolitana coqueta y sonriente que en el pueblo de Sorrento llaman doctora, a veces traviesa, a veces inocente...


Desde el latir de mi corazón la quiero. Con encendida emoción observo su silueta..., la siento mía! Detiene sus pasos, me mira con el ardor del Vesubio, la miro, me besa, tiemblo..., la beso, la estrecho entre mis brazos y en besos vuelvo a temblar... No importa el punto cardinal, por las calles de la melancolía, llevo a cuestas este romance de sol y sombras detrás de su andar.


Ay cariño mío..., regresa una y otra vez tu dulce recuerdo desde mi sueño lejano... Cada noche atravesando el cristal llegas con una flor en tu mano..., llegas con la cadencia y el ardor napolitano que en ritmo de tarantela como la noche de la primera vez en la cantina di Coroglio, me invita a danzar, siguiendo en el ondulante pecado original de tu cuerpo la tradición, magia y leyenda del Nápoles ancestral.


Después de compartir funiculí funiculá, pizza, un tinto Taurasi y un ristretto, se mete en mi cama, me entrega su amor con ternura silvestre, y cuando el alba comienza a marcar la bahía y se mezclan las sirenas de los remolcadores y el graznido de las gaviotas, con la sabrosa fragancia del humeante café matutino se despierta entre arrumacos, besos y caricias, bella, sonriente, soñolienta y sin prisa.


Antes que el sol se pose a pleno sobre el balcón del 3er piso, sale de la ducha, se calza el blue jean, sube a los tacones, abrocho su sostén, beso su espalda y la rodeo con mis brazos..., inclina la cabeza y me asiente de reojo con la dulzura del mar profundo y

sereno en sus ojos. Le alcanzo la blusa, se arregla el cabello, pinta sus labios, mira el reloj, toma el pasaje, enciende un cigarro, engancha el bolso y besa mi mejilla.


Una bandada de gaviotas cruza sobre el puerto, un último encuentro en nuestras miradas-... Una lágrima furtiva cual triste colibrí revolotea y se escapa.


Mis manos sobre el cristal en un último y desesperado intento por acariciarla otra vez, pero la mas sentida ilusión por el viejo espejo que da al Boulevard de los sueños rotos, con el aliento del alma se desdibuja y empaña... En el descascarado cristal un ronco suspiro cargado de nostalgia y anhelo queda astillado a medio camino entre mi loco sentir y su mirada del adiós.


Tibia ilusión de aquella primavera napolitana... Pura, silvestre y sin maquillaje, fuistes el azar que mi alma entre melancólicos suspiros recuerda con todos los te quiero, que la distancia y el viento, de mi vida jamás se llevó.


O sole mío!... esta tarde vi llover...


jcp

Caracas, 2018



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