Un hombre que está dando una lección de liderazgo al mundo
20-04-2022 Bret Stephens - The New York Times International Weekly
La pregunta casi se responde sola.
Lo admiramos porque, frente a probabilidades desiguales, el presidente de Ucrania se mantiene firme.
Porque prueba la verdad del adagio de que un hombre con coraje hace la mayoría.
Porque demuestra que el honor y el amor a la patria son virtudes que abandonamos por nuestra cuenta y riesgo.
Porque capta el poder del ejemplo personal y la presencia física.
Porque él sabe cómo las palabras pueden inspirar acciones, darles forma y propósito, para que las acciones, a su vez, reivindiquen el significado de las palabras.
Admiramos a Zelenski porque nos recuerda cuán raros se han vuelto estos rasgos entre nuestros propios políticos.
Zelenski fue un actor que usó su celebridad para convertirse en estadista.
La política occidental está invadida por personas que actúan como estadistas para finalmente convertirse en celebridades.
Zelenski se ha asegurado de decirles a los ucranianos la dura verdad de que es probable que la guerra empeore, y de regañar a los supuestos simpatizantes de que sus palabras son huecas y su apoyo es deficiente.
Nuestros líderes se especializan principalmente en decirle a la gente lo que quiere escuchar.
Admiramos a Zelenski por a quién y a qué se enfrenta.
Vladimir Putin no representa ni una nación ni una causa, solo un ethos totalitario.
El dictador ruso defiende la idea de que la verdad existe para servir al poder, no al revés, y que la política se dedica a fabricar propaganda para quienes se la traguen e imponer el terror a quienes no lo hagan.
En última instancia, el objetivo de esta idea no es la mera adquisición de poder o territorio.
Es la erradicación de la conciencia.
Admiramos a Zelenski porque ha devuelto la idea del mundo libre a su lugar apropiado.
El mundo libre no es una expresión cultural, como en “Occidente”; o un concepto de seguridad, como en la OTAN; o una descripción económica, como en “el mundo desarrollado”.
La membresía en el mundo libre pertenece a cualquier país que suscriba la noción de que el poder del Estado existe ante todo para proteger los derechos del individuo.
Y la responsabilidad del mundo libre es ayudar y defender a cualquiera de sus miembros amenazados por la invasión y la tiranía.
Así como sucede con Ucrania, eventualmente sucederá con el resto de nosotros.
Admiramos a Zelenski porque encarna dos grandes arquetipos judíos:
David frente a Goliat y Moisés frente a Faraón.
Es el perdedor astuto que, con habilidad e ingenio, compensa lo que le falta en temible y fuerza.
Y es el profeta que se subleva contra la disminución y el encarcelamiento de su pueblo, y se determina a conducirlo a través de pruebas hacia una cultura política basada en la autodeterminación, la libertad y la ética.
Admiramos a Zelenski porque lucha.
No se supone que luchar sea una virtud en las sociedades civilizadas que valoran el diálogo, la diplomacia y el compromiso.
Pero el mundo no siempre es civilizado:
hay cosas por las que las personas y las naciones civilizadas deben estar preparadas para luchar si no quieren perecer.
Zelenskyy y el pueblo ucraniano han recordado al resto del mundo libre que una herencia liberal y democrática que sus ciudadanos dan por sentada corre el riesgo de ser arrebatada a voluntad por sus enemigos.
Admiramos a Zelenski porque despierta a los mejores ángeles de nuestra naturaleza.
Su liderazgo ha hecho de Joe Biden un mejor presidente, Alemania un mejor país, la OTAN una mejor alianza.
Ha sacado a gran parte de Estados Unidos del estupor aislacionista en el que estaba cayendo gradualmente.
Ha obligado a las clases políticas y mercantiles de Europa a dejar de mirar hacia otro lado del descenso de Rusia al fascismo.
Él recuerda a las sociedades libres que todavía puede haber un centro vital en la política, al menos cuando se trata de cosas que importan.
Admiramos a Zelenski porque mantiene un sentido de la proporción humana propio de un líder elegido democráticamente.
Tenga en cuenta el contraste entre sus encuentros públicos con periodistas, miembros del gabinete, líderes extranjeros y ciudadanos comunes, y las payasadas estalinistas de la corte de Putin.
En los ostentosos atavíos del poder ruso vemos la pequeñez del hombre que lo ejerce:
la paranoia y la inseguridad de un déspota que sabe que algún día tendrá que vender su reino por un caballo.
Admiramos a Zelenski porque modela lo que debe ser un hombre:
impresionante sin ser imponente; confiado sin ser engreído; inteligente sin pretender ser infalible; sincero en lugar de cínico; valiente no porque no tenga miedo, sino porque avanza con la conciencia tranquila.
Los niños estadounidenses en particular, criados con nociones absurdas de lo que implica la masculinidad, deberían ser guiados hacia su ejemplo.
Admiramos a Zelenski porque tiene la esperanza de que nuestras propias democracias en problemas puedan elegir líderes que puedan inspirarnos, ennoblecernos e incluso salvarnos.
Tal vez podamos hacerlo cuando la hora no sea tan tarde como lo es ahora para el pueblo de Ucrania y su líder indomable.
c.2022 The New York Times Company
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