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Un mal nombre


En Un mal nombre continua la saga que Elena Ferrante dedica a la ciudad de Nápoles y a la historia de Italia en el siglo XX. Lila, hija de un zapatero, escoge la vía de la escalada social y al final de La amiga estupenda la encontrábamos casada con el charcutero del barrio, hijo de un conocido usurero. Nanú, en cambio, se dedica a estudiar. La historia prosigue en este segundo volumen hasta llegar a los años sesenta, y en las primeras páginas de La historia del mal nombre vemos a Nanú abriendo unos cuadernos de notas donde Lila cuenta la verdad de la convivencia con su marido y su tormentosa relación con la mafia de la ciudad y los grupos neofascistas que empiezan a empapelar los barrios con sus proclamas. La ciudad respira alrededor de estas dos mujeres, pero en el centro, siempre viva, existe una noción del amor en todas sus versiones que es capital en la obra de Ferrante y que ocupa todo su universo: el amor como un sentimiento «molesto» que se alimenta del desequilibrio incluso en los momentos más felices.

Nadie sabe quién es Elena Ferrante, y sus editores procuran mantener un silencio absoluto sobre su identidad. La mayoría de críticos la saludan como la nueva Elsa Morante, una voz extraordinaria que ha dado un vuelco a la narrativa de los últimos años.


(Libro 2 de Dos Amigas)




La amiga estupenda


Con La amiga estupenda, Elena Ferrante inaugura una trilogía (luego cuatrilogía) deslumbrante que tiene como telón de fondo la ciudad de Nápoles a mediados del siglo pasado y como protagonistas a Nanú y Lila, dos jóvenes mujeres que están aprendiendo a gobernar su vida en un entorno donde la astucia, antes que la inteligencia, es el ingrediente de todas las salsas. La relación a menudo tempestuosa entre Lila y Nanú tiene a su alrededor un coro de voces que dan cuerpo a su historia y nos muestran la realidad de un barrio pobre, habitado por gente humilde que acata sin más la ley del más fuerte, pero La amiga estupenda es mucho más que un trabajo de realismo social: lo que aquí tenemos son unos personajes de carne y hueso, que intrigan al lector y nos deslumbran por la fuerza y la urgencia de sus emociones. Por primera vez Ferrante aborda una narración muy amplia, poniendo en escena un verdadero tableau vivant donde no hay espacio para el tópico: todo es vida y todo respira al hilo de la mejor literatura.


«El reto para quien escribe es llenar la distancia entre lo que vives y lo que cuentas, sentir físicamente el impacto de la narración, acercar el pasado de las personas a las que hemos querido, de las vidas ajenas tal como las hemos observado… Una historia, para tener forma, tiene que cruzar muchas barreras. A menudo, empezamos a escribir demasiado pronto, y las páginas aun están frías. Solo cuando la historia se acopla a nosotros como un guante, ha llegado el momento de contarla». Elena Ferrante.





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